Me perdí, me perdí, me perdí. Me
perdí por las noches buscándome en los bares. Y sufrí y reí y sufrí... por
haberte dado tanto y ahora no tener nada que darte.
Las costuras te hacen dura la
piel y los herrores te hacen duro el corazón. Te aniquila el hecho de saber que
la vida no es un cuento de hadas pero sí un ha de haber cuentos. Tu compromiso
está a la vuelta de la esquina, y los mendigos te lo cuidan, pero solo por un
tiempo limitado. Solo soy libre un tiempo, solo soy yo cuando lloro, ser feliz
es una duda al momento, y después de una mirada y un quejío vuelves al mismo,
sitio, al mismo desierto, de aires cristalinos y mucha soledad, soledad que a
los campos atañe y lloviendo hacia arriba estruja tu cuerpo y lo esnuca
contra el suelo, de una vida que no quieres, y ese es el castigo. Pagar por
ello por estar muerto, por no sentir que pudiste cambiar y debiste hacerlo, que
lo que había a tu lado eran flores amarillas que te recuerdan a cada momento lo
que tienes, tus amigos, lo que llevas dentro. Me perdí en los bares y muchas
son las noches en que te buscaba donde no encontrarte...