Cuánta guerra y cuánta maldad,
yo miro todo este infierno bajo mi sombrero.
Cuánta hambre y cuánta vanidad,
me escondo raudo en mi cuarto y doy paso al llorar.
Bajo el toldo del bar de la esquina,
en la silla más tímida pensar,
ignorando el negro silencio
como gallinas al campear.
Hoy es de luto el cielo negro, como agujeros en el estómago de sus
niños. Como cuentos que se leen por la noche, alejándolos de los malos sueños.
Pero ni son tan malos ni tan buenos, ni tal plato ni tal bocado comerán sus
boquitas siendo pasto de esta sociedad donde los han arrastrado. Mirarán sus
fauces arriba y sus voces harán sonar, pero sus sueños serán pisados,
enterrados con mucha crueldad.
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