Ensimismado vuelvo a abrir el armario donde guardé la tinta con la que
escribo. Lleno de rabia y arrepío intento
sumergir mis penas en alcohol. El ansia del desconocimiento, el ansia del
querer saber… Y otra vez sentimientos de culpa que no debo cargar. Tal es la
dejadez… tal es la vida que quiero lejos, tal es el negro atardecer. El miedo a
la noche, a la locura. Evado palidez reprendiendo mis soleadas cuyas toscas
mantas agobian mi timidez. Un don, un sacrificio anulando un perdón, rogando el
desengaño. Esa mole de humo seco que nubla mi harén, y descansan la hipocresía
y la inmadurez. Ese grito apuntando bajo salpicando olas de fraternidad. Paz. Insólita
paz. Culpa y culpa es la pulpa de mi embriaguez, anhelo sentirme lejos o no
encontrarle un porqué. Paro. Paro ya sin derramar más sangre, y guardo el odio
y la desconfianza en mí mismo para fundirme con el viento y los tejidos mi
cuaderno.
Levantarme un día y echarte tanto de menos. Pensar que un llanto no va a cambiar nada. Lo que tuve es lo que puedo recordar, una imagen, sólo un abrazo y daría quince años de mi vida... Una lágrima vale más que todo. Impotencia quizás, no lo sé. Aquí abajo echándote en falta con lo que me gustaría que tú pudieras estar besándome. Todo, todo es superfluo comparado con la importancia de tenerte. A mis veintitrés años no entiendo todavía el dolor de la pérdida de un ser querido. Ese extraño sentimiento que sólo a veces me atormenta. Y pensar en la fuerza que me das, cuando salgo siempre de la noche arropado por tus manos. Y sentir que lo único que me importa es estar a tu lado. Tal vez por eso ya nada tenga sentido. Yo sé que soy fuerte, aunque muchas veces no lo parezca y si supieras lo que me gustaría que pudieras verlo… En esta vida todo es pasajero pero la trágica pérdida de un ser querido hace mucha mella en nuestro corazón. Bebiendo un vaso de agua me asfixio con sólo pensarlo. ¿P
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