Amor a la música, incondicional.
Pensar que mi guitarra es mi mejor compañera. Desear sentirla una y otra vez
junto a mis oídos. Escuchar sus poesías hechas trocitos filtradas por mi
alegría, disuadiendo la pena. Una flor en la arena decorada con una tajada de
avena. Digo yo, ¿qué más necesito? Qué más que tus afinadas cuerdas rozando mi
piel. Hace tiempo dejé de soñar porque solo pensaba en una canción. Cómo una
melodía de tus dulces labios puede comprometerme a tan bello baile que destino
a tu persona. Más y más agonía. Temor para levantarme pero lo hago. Temor es al
acostarme cuando de acariciarte no paro. Mi camino en tu lógica se vuelve
absurdo para cobrar sentido. En un cobre colorado, un pecho colocado justamente
y por necesidad. Es increíble que suenen tan acordes tus palabras. Estalla en
mí alevosía de un manjar de exquisitos refranes. Rugosa la mirada y en papel
envuelta me guías siempre al mismo sitio. Trajeada y dispuesta, en trapos o
como sea. Por donde vine se fueron un día la cordura y la esperanza. Pequeñas
antorchitas quemaron los nervios que me crispaban. Parecían estar siempre
olvidando. ¿Qué fue para mí tanto amor a una melodía? Arder en misericordia a
gritos y olvidos. Silencios callando techos derrumbados cuando tapas mis oídos.
Un mar atado a una condena dulce de eternidad y franqueza. Nublando mis pensamientos
consigues hacerme tuyo. Mediante tus besos, mediante tus palabras. Como colocar
un sello en mi incierto desvarío y hacer que una tapa de sesos cobre tanto
coraje. Un pelo desaliñado y unas cuchillas sin afeitar dan nombre a una
verdad, tu cielo. Estoy tranquilo sabiendo que cuando duermo tú me velas, que
cuando vuelvo me esperas y que cuando lloro me consuelas. Qué fue tanta
inquietud… ¿Qué es para ti lo que lo que para mí eres tú?
Levantarme un día y echarte tanto de menos. Pensar que un llanto no va a cambiar nada. Lo que tuve es lo que puedo recordar, una imagen, sólo un abrazo y daría quince años de mi vida... Una lágrima vale más que todo. Impotencia quizás, no lo sé. Aquí abajo echándote en falta con lo que me gustaría que tú pudieras estar besándome. Todo, todo es superfluo comparado con la importancia de tenerte. A mis veintitrés años no entiendo todavía el dolor de la pérdida de un ser querido. Ese extraño sentimiento que sólo a veces me atormenta. Y pensar en la fuerza que me das, cuando salgo siempre de la noche arropado por tus manos. Y sentir que lo único que me importa es estar a tu lado. Tal vez por eso ya nada tenga sentido. Yo sé que soy fuerte, aunque muchas veces no lo parezca y si supieras lo que me gustaría que pudieras verlo… En esta vida todo es pasajero pero la trágica pérdida de un ser querido hace mucha mella en nuestro corazón. Bebiendo un vaso de agua me asfixio con sólo pensarlo. ¿P
La música es, el sonido que sale del corazón
ResponderEliminar